La obra
- macarena moraña
- 17 abr 2017
- 2 Min. de lectura
La obra. La obra. La novela. La casa. Hay humedad, hay que picar, rellenar, rasquetear, pintar. Hay ausencias, hay que escarbar, agregar, meterle mano. Una mano de pintura que todavía deja ver las enmiendas. Primera versión. Segunda mano. Un manuscrito. Mire señora, le va a quedar así, si no le gusta el gris hay que agregarle color, con una lata de litro creo que vamos a andar bien, que va a alcanzar. Alcanzar, llegar. Dos, tres, seis manos. No queda bien, se nota la duda, se ven los hilos, narrador autor personaje, la misma cosa amalgamada. Me entristece. Quedese tanquila. La terminación lisa, pulida. La palabra fin, esa utopía. Es que esto viene de los cimientos, de abajo, de adentro, profundo, de antes, de otros. Recuerdos, evocaciones, eso de recrear para reconstruir. La construcción. ¿Cuántas de cal y cuántas de arena? Misma proporción. Otra utopía. Cinco días para terminar el trabajo. Miente como yo. En un mes te entrego la novela. La semana que viene, a más tardar, le termino el trabajo. La obra, el término pretensioso, odioso, implacable. La pared el párrafo, la viga el renglón, los materiales el lenguaje. Una lata de pintura, una página decente. El color es el detalle. El albañil soy yo. Voy al Easy a comprar lo que falta. Voy a la biblioteca a encontrar lo que nunca perdí, lo que aún no es mío, lo que no puedo leer. Trabaja bajo la lluvia, su gorra con visera, sus manos callosas. Trabajo bajo techo, sobre mi computadora vieja, con mi pelo envuelto en un rodete atravesado por un palito de helado. Mis manos no tienen tiempo, son mis partes urgentes. Su pala, su machete, su pincel; mi lápiz, mi cuaderno, mi texto. Somos iguales, le digo. ¿De qué trabaja usted, señora? No sé contestar a eso. ¿Usted escribe? Qué lindo, mi madre escribía un diario, ahora dice que lo va a tirar, que no quiere que nadie sepa quien es ella. Tiene razón. Tiene sus razones. Yo tampoco quiero, aunque me esfuerzo en lo contrario. Me caliento agua para el mate, permiso. Un hombre en mi casa abre la canilla y antes de llenar su pava se detiene a ver cómo sale el chorro de agua, me entristece preguntarme cuánto dura su contemplación. ¿Cuánto tarda usted en escribir un libro? Años, amigo. Qué difícil debe ser, señora. No más que hacer una pared. Trabajo de fuerza. Trabajo de fuerza. Las manos, el agua, el cemento. La mente, el agua, las palabras. Para el viernes le termino esta parte. Para el viernes espero también terminar algo. Allá en Paraguay al cemento le decimos polvo. Acá polvo... Deja. ¿Nos vemos mañana? Mañana arranco a pintar esa pared. La página en blanco. Mañana es el nombre de todos mis días.
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