2015 Balance
- macarena moraña
- 2 jul 2017
- 2 Min. de lectura
2015. No creo que esto sea un balance porque carece de equilibrio, aunque pensándolo bien no sé si necesariamente “balance” debe ser sinónimo de equilibrio. Me agendo la duda para el año que viene. ¿Qué duda? La podonga. Hay chistes que nunca voy a dejar de hacer. Ay, 2015… año en el que pese a todo usé mucho mi “risa descalibrada”. Año de carcajadas de sobremesa, de torpes pasitos de cumbia, de siempre andar con un vaso en la mano. Qué manera de beber; adolescencia, divino tesoro. Ah, no, cierto que no soy más adolescente, soy mamá de esas dos nenas, las más divinas del mundo, esas a las que crio, alimento, llevo, traigo, reto, abrazo, cosquilleo, amo. Cómo las amo mis amores. Año de y para ellas, año en el que Violeta marcó el eje y supo ponerlo todo en ese lugar donde las cosas se ven tal cómo son. Revelaciones, dolor, paciencia. Ya pasó mi nena, ya estás bien, sana sana. Usted está aquí, me dijo el destino, y me calló esta bocota que a veces se manda cagadas pero que también, cada tanto, dice bien lo que dice bien. Tuvimos piojos todo el año, pero también tuvimos escarabajos: mi novela, y un librito de cuentos, y tantísimas lecturas, y presentaciones de libros, notas, publicaciones, entrevistas. También las adoradas radios, muchos abrazos, lágrimas, vestidos cortos, pocos besos. Infinitos momentos de cantar con Fito y con Elvis, volviendo a mi refugio de gatos, libros, cremas, cuadernos, cuadros y esa foto de mamá a la que le pido todo lo que deseo. Año de megustas, compartir, stalkear, invitar amigos a la conversación. Año biblioteca nueva, más y más pilas de libros pendientes, más y más revelaciones. Año de claudicar todos los días a las siete de la tarde, y a las siete y cinco volver a cocinar, bañar, dar de comer, leer, escribir, renacer. Año de finales y concreciones. Año de miedos, de cuentos, de archivos de word. Año de mates con yuyos, charlas de amigas, rumiar, hablar conmigo, introspeccionarme tanto, pretender entenderme. Año de velas y sahumerios. Año de poner las barbas en remojo mientras me depilo el cavado profundo. Año de reposera, noche, vino, vueltas al hipódromo, mensajes de whatsapp, horóscopo. Año de verme en el espejo: bailando, llorando, maquillándome, haciendo caras. Año de pifiarla un poco también, de caer en alguna que otra tentación, de querer lo que no conviene. Año de alumnos y talleres y hablar mucho de lo que más me gusta hablar. Año de festivales. Año de siempre volver con libros. Y sobretodo, año de balotaje propio, de punto de inflexión, de metamorfosis, de aceptar mi nueva piel de reptil y tomar a ese puto toro por sus putas astas y, con mi propio cráneo entre las manos, parafrasear a Don William y declamar: “Saltar o no saltar, esa es la cuestión”. Año de saltar. El 2016 ya es mi abismo.
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