A veces siento que salir de mi casa es como salir de mi mente
- macarena moraña
- 2 jul 2017
- 2 Min. de lectura
A veces siento que salir de mi casa es como salir de mi mente, de esa suerte de trampa loca y enredada que siempre me pide un poco más, Eso no, de eso otro, ahí, eso, no, lo de más allá, si, eso, pero no, ahora ya no lo quiero. Me obligo a ya por hoy no cocinar ni barrer ni limpiar ni trabajar ni meter ropa sucia en ese aparato en el que me gustaría meter mi cuerpo para que girara y se centrifugara. Fugar: linda palabra. Lograré escapar, saldré rumbo a la libertad que me conducirá a la victoria. Llevo un texto a imprimir y por error me dan la mitad de las páginas. Doy una clase por la que mis hijas quedan solas – se la bancan, son las más grosas -. Hago compras, llevo a las niñas a su clase de baile, vuelvo, me baño, me visto, retiro las impresiones, y emprendo el viaje al taller, es tarde, el auto no tiene nafta, las estaciones de servicio están cerradas, igual nunca me acuerdo qué nafta lleva. Consigo una estación que se caga en Moyano. Cargo, arranco, no voy a dejar de ir más a ningún lado, me lo prometo, no me para nadie, soy Penélope Glamour triunfando sobre Pierre Nodoyuna, voy encendida cantando You don´t have to be rich to be my girl, y qué mal canto, y qué me importa, Prince tampoco es tan bueno como Tom Jones. Embudo en la avenida Cabildo, una ambulancia, pelea entre tacheros. Pero llego, y no encuentro dónde estacionar. Me bajo, corro, me olvidé los papeles - ¿dónde está esa cabeza llena de pelos que a veces usaba?, ¿en el auto, en la canción, en la estación de servicio? -. Tengo ganas de llorar para sonarme bien la nariz pero en cambio me río. Es que estoy cansada, me digo, si hasta pienso en volver, pero es ahí cuando un tipo alto vestido de verde me grita: ¿Eso es lo mejor que tienes, Moraña? No, señor. ¿Cómo dice?, Si, señor. Y entonces, después de hacer sesenta y cuatro lagartijas, ni una más ni una menos, tomo la pócima para volver a mi tamaño habitual y antes de tocar el timbre me chupo los labios para chequear el sabor del logro chiquito - salir, teléfono, mi casa – para meterme en esa dimensión en la que cobran vida seres que invento y acaso también recuerdo. Ay, es riquísimo.
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