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Al fin tengo la mañana disponible para trabajar sobre ese cuento

  • macarena moraña
  • 2 jul 2017
  • 2 Min. de lectura

Al fin tengo la mañana disponible para trabajar sobre ese cuento. Más lo pienso, más bueno me parece. Qué talentosa soy. Mis niñas ya están en el colegio, mi mate está caliente y mi saquito me abriga. Abrir archivo, pasar los cambios. Las dudas se me empiezan a trepar como los monos del documental que vi anoche. ¿Soñé con monos? ¿Y si agrego animales? Ay, no, otra vez el atajo de las metáforas con animales no. ¿Algo de orfandad, de dientes, de maternidad? No, Macarena, llegó la hora de huir de tus lugares comunes. Salir de la zona de confort. Cómo odio esa expresión. Dejo de mirar la pantalla y me recuesto en el sillón, no puedo encontrar de dónde viene el olor a pis de gato. El llanto es tan inminente como mi falta de talento. Leo un cuento ajeno para inspirarme pero en cambio me vienen unas tremendas ganas de volver a nacer convertida en mecánico o agente de seguros. ¿Es verdad que escribí la frase “negó con la cabeza” tres veces en un cuento de seis páginas? El mismo movimiento mal expresado cada dos páginas. Buen promedio, me palmeo el hombro. Y lo de la bombacha mojada ya no quiero ni pensar cuantas veces lo usé. Remplazo “empezó a caminar” por "caminó", pero ya es tarde, porque ya no vamos a ningún lado, ni caminando ni en caballo ni en colectivo. Ni los personajes ni yo. Cerrar. Llorar. Amar. Partir. Olvidarme de mí, de mi vocación, del cuento malísimo que negaré para siempre. ¿Eliminar? No, aun estoy preparada. ¿Vaciar la papelera de reciclaje? Ay. Quiero ser chiquita y no tener que tomar decisiones. Mi estima literaria y yo nos declaramos en estado de enemistad, ambas inmersas en una crisis fatal como la que escribí tres veces en tres cuentos sin darme cuenta. Fue terminar y decir “esto ya lo escribí”, “esto ya lo escribí”. ¿Me repito o me copio? Me repito, como los viejos que cuentan varias veces la misma anécdota. Tal vez sea suficiente con pedirles a los lectores que pongan cara de sorpresa. ¿Pensás en un lector cuando escribís? No, para nada, nunca. Hipócrita. Mentirosa. Te escudás bajo el manto de la ficción. Llamaría a Messi para pedirle un consejo, pero me lo imagino entretenidísimo jugando con su mono recién traído de la India. Vuelvo a abrir el archivo para leerlo muy por encima, como jugando a ignorarme. Agrego la coma que hace un rato me pareció insultante. Le ato el pelo a la protagonista. También le pongo maquillaje. Ahí va. Vuelo a una de las amigas, es mejor que sean solo dos. Y capaz que el ex no era tan bueno en la cama, mejor le saco los poderes. Sí, así ella puede ser un poco más fuerte. Va mejor, me gusta más. Y ese llamado a la analista vuela. Basta de vulnerabilidad. Capaz que un mono no entra pero un siamés, quién te dice. Porque ella es de las que enseguida saben detectar de dónde viene el mal olor. Porque ella es mi heroína que llegó para salvarme y yo la amo tanto que la voy a llevar conmigo hacia un nuevo destino tan incierto como genial. Adiós, nos vamos. Archivo. Nuevo. Abrir.


 
 
 

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