Anemia
- macarena moraña
- 2 jul 2017
- 3 Min. de lectura
Siempre que escucho a los escritores decir que la escritura les viene por períodos, que hay tiempos de no poder volcar al papel ni una palabra, pienso que capaz sea una suerte que eso a mí eso no me pase. Yo escribo todos los días desde hace años. Por eso tengo tantísimos cuadernos y hojas sueltas, elementos que cada tanto pienso en tirar sabiendo que voy a arrepentirme. Pero hace unas semanas me llegó el silencio. Apareció junto con una anemia, especie de monstruo que habita mi sangre, y que tomó mis días e hizo que después de muchos años mi escritura haga sh, como la lechuza, como la lechuza, que hace sh, que hace sh. Arrojé alguna oración en mi cuaderno. Llegué a escribir una carta. Fantaseé con miles de historias sobre enfermeras, clínicas, médicos y transfusiones. Pero esos son detalles minúsculos que no llegan a hacerle ni coquillas a mi consabida compulsión diaria de retocar cuentos, redactar crónicas domésticas, corregir textos ajenos, esbozar un capítulo de esa novela que escribo pensando que no es buena. Pero estos días no. Y ese NO tiene que ver con que NO deseo dejar asentado este momento de quietud, de bajada de línea de la vida, de incertidumbre. No quiero escribir sobre esto, bastante melancólica suelo ser hasta en contra de mi voluntad. Tampoco quiero provocar comentarios en forma de retos, recomendaciones, pastillas, números de teléfono, anécdotas. Me repito “Paciencia, aguante y fe”, esas son las casi únicas palabritas que escribo para que no se me olviden. Porque pese a la melancolía tengo buen espíritu, soy optimista, y bastante pajarita. Así que me aliento a cada rato pensando en que esto ya va a pasar, como todo lo que pasó, como el mate que me tomé recién, como las cosas más bellas y las más tristes. Todo ya pasó, digo, y en parte lo sé porque lo escribí, porque yo escribo todo, sin baches, porque ese es también un modo de hacer que las cosas pasen, que terminen, que se recuerden, que vuelvan a estar o que vuelvan a irse. Pero esto no, esto no lo escribo, no lo estoy escribiendo, me resisto porque ansío que se escurra veloz como esas sombras que se sienten pero no llegan a verse, esas que cuando te das vuelta ya no están, ilusiones ópticas o algo así. Ay, ilusión, qué buena palabra, me la quedo, la escribo: ilusión. Pienso que ahora para mí significa salir a jugar con mis hijas bajo el sol cuando se me antoje, por eso es mejor no decir nada de esto que me pasa, que ya pasa, que ya se va, ¿ya se fue? Paciencia, aguante, fe, ilusión. Y amor. Los nuevos mantras pedorritos con los que trato de remontar los días en los que la flojera amenaza con ganarme la batalla. No, turra, ni en pedo ganás vos, alcánzame el cuaderno. Soy malísima dibujando florcitas pero igual lo hago, porque la cursilería y la tenacidad son fundamentales para contrarrestar la anemia, al igual que las ilusiones. Por eso ahora miro para arriba, hacia donde me parece que pueden estar mis muertos y les digo “Eh, loco, delennnn!” Porque me gusta exigirles, cagarlos un poco a pedos. “Delennn, locos, pilas”. Les hablo así sabiendo que ellos me entienden con pocas palabras mal dichas y también, con todas esas otras que por mucho que escriba jamás podría decir, por eso no las escribo. Delennn.
Comments