Cuando ellas se caen
- macarena moraña
- 2 jul 2017
- 1 Min. de lectura
Cuando ellas se caen, o se lastiman, o se enojan, gritan “mamá” alargando la ultima vocal, esmerándose en hacer de su llamado, llanto, grito, algo potente, algo que no de lugar a nada más que la asistencia, el abrazo, la contención. “Mamaaa”, y ahí voy con mi capa, presurosa, con miedo a que esa vez sea algo más que un simple raspón o una pelea entre hermanas. También voy arrastrando mi vocal, la del “¿qué pasooo?”, y cuando llego palpo, indagoy miro con más ojos de los que tengo para comprobaro que fue solo un rasguño, un golpecito, un imponderable doméstico y cotidiano. Por lo general salen con fritas los “no fue nada” “ya se pasa” “arde un poco pero después te alivia”. Y casi siempre las conformo con besos en los cachetes, un buen abrazo apretado o la promesa de chocolates y figuritas. Pero después soy de encerrarme en el baño hasta que la respiración se me ordena. A veces lloro, de alivio, para drenar algo del miedo que por un instante siempre me invade. A veces me río de las cosas que supe imaginar que les pudo haber pasado. Y a veces e me da por imitarlas, y gritar más fuerte, y hacer que la palabra mamá se haga larguísima, porque esta vez intenta llegar a ese lugar desconocido, a ese que al final nunca vamos a saber cómo se llama.
Comments