Dentro del cielo raso de mi habitación habitan cosas
- macarena moraña
- 2 jul 2017
- 1 Min. de lectura
Dentro del cielo raso de mi habitación habitan cosas; las oigo, no las ignoro, las pienso. Hace noches que me pregunto qué forma tendrán. Ya descarté a las ratas, las cucarachas y demás bichos reales. Ya desestimé que se trate de mi suerte que, agazapada como solo las buenas suertes saben ponerse, espera el momento oportuno para dar el batacazo. También descarté que se trate de mis deudas pendientes que se agruparon para mortificarme hasta ser saldadas. Tampoco se trata de mis pecados que, habiendo asumido que no voy a disculparme por ninguno de ellos, se propusieron atemorizarme. Mucho menos creo que se trate de mi estima que escasea hasta el vacío durante el invierno, y que se eleva absurdamente en verano a fuerza de bronceado y la tenaz negación del tejido adiposo. Tampoco es la muerte, porque esa anda suelta y honesta, señalando a sus presas sin titubear. Por tanto, lo único que sé sobre estos ruidos, es lo que no son, y entonces entiendo, una vez más, que lo que allí vive y chilla y se queja, es nada menos que la incertidumbre, ese monstruo inmenso que me avisa cada noche que no va a explicarme nada sobre el origen o el destino, que no va a darme ninguna información acerca de todo aquello que quiero saber. Nada. Es la amorfa incertidumbre la que habita, descarada y amenazante, el misterioso habitáculo de mi techo, haciendo ruidos de lo más variados, con intención de ser tomada en cuenta, para que no se me olvide que hay cosas que, simplemente, nunca voy a saber.
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