Duda

Estoy trabajando un cuento en el que el personaje se pregunta una y otra vez cuánto y qué puede entrar en los espacios entre las palabras, entre que se dice una cosa y después otra, entre los silencios que se abren en medio de una conversación y la que sigue. La duda es mía, se la presté al personaje para hacer más liviana mi incertidumbre. A veces lo hago y ellos, por lo general, se copan, me ayudan. Pero cada tanto aparece uno medio retobado –como este - y me dice: Eh, loca, yo bastante tengo estando enamorado de esta mina y con el bardo de mis viejos como para que vos me vengas a pedir este favor. Tiene razón, me la jodo, sobretodo porque fui yo quien le dio ese temperamento y le mostró a esa mujer de la que ambos estamos enamorados. Me cierro la campera hasta la nariz y salgo a la calle. Puta madre, digo pateando mi duda, cagándome en la histórica batalla entre las puteadas y la literatura. Puta madre. ¿Dónde meto entonces esta duda? ¿Puedo meterla dentro de la mismísima duda, del silencio incomprensible, de eso que es ruido ruido ruido y que deja de serlo al instante? ¿Cómo puede ser que entre una pregunta y una respuesta puedan pasar años, que entre un Te amo y una despedida pasen inviernos? ¿Cómo puede ser que entre un Por hoy vamos dejando a una imparable sucesión de recuerdos de infancia pasen quinientos pesos y una semana? ¿Cómo entre un Cómo estás y un Creo que esto no me hace feliz, pueda entrar una vida? Puta madre.