Durante un día del mes soy un insecto sin importancia
- macarena moraña
- 2 jul 2017
- 1 Min. de lectura
Durante un día del mes soy un insecto sin importancia. Avanzo por inercia hacia destinos que no quiero conocer. Si ese día es gris, si tengo sueño, si solo me resta licuarme, no puedo más que entregarme a él, como la presa que soy. El día es la fiera. Es una suerte que, después de tantos años, ya conozca algunos secretos de adentro de su boca. Pruebo mi resistencia al dolor pasando mi lengua sobre sus colmillos, hago de cuenta que es un juego lo de deslizarme por su lengua viscosa, finjo alegría colgada de su campanilla como si no fuera el sonido del final. Mi depredador me escupe con asco para observarme mientras ruge y deja caer su baba por las comisuras de la boca infecta. Para no desmayarme pienso en esa promesa que llamamos “mañana”, “el día nuevo”, en la delgadísima posibilidad de volver al territorio conocido del arroz, los mocos de las hijas, mi inevitable atracón de bizcochitos de las siete de la tarde. Pero hoy la bestia está inapetente y por demás juguetona, entonces me mete en su ojo de gelatina podrida que atravieso con todo lo que alguna vez fui: una niña, una dama, una amiga, una novia, una madre. Veo a través de su pupila y mis gritos le provocan parpadeos y sacudones. Grito con la ilusión de que en alguna de las mil vueltas inhumanas que damos, pueda toparme con tu imagen entre la gente, con tu mejor cara de miedo, acaso por haberme perdido de vista.
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