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Esta historia, como me gusta mucho, me pone ansiosa

  • macarena moraña
  • 2 jul 2017
  • 2 Min. de lectura

Esta historia, como me gusta mucho, me pone ansiosa. La gata negra se acurruca a mis pies, me tapo, ella sale, me mira, me habla quejosa, le digo “sh”, se acomoda algo más lejos. Vuelvo al libro y leo de corrido veinte páginas inmejorables. La verdad es que odio que algunos escriban tan bien. Ahora no quiero terminarlo, no quiero apurarme. Pienso en esa teoría que dice que hay que masticar por lo menos veinte veces la comida antes de tragarla, ¿o eran treinta? Paladear las historias, los personajes, varias veces. Leo pensando en los dos libros que voy a leer después de este. Leo pensando en lo que voy a contar de este libro, leo pensando en la estructura, en la forma, en las reminiscencias, en mí. Leo pensando en mí y qué hermosa me siento de golpe. Siento que es necesario dejar de pensar. Vuelvo a la historia pero paso las páginas hacia atrás porque me había distraído. Mirá si me perdía esa parte. Por las dudas la leo dos veces, para que ya no se me escape más. Me saco el lápiz de atrás de la oreja y escribo en el margen una idea. El espacio se me hace insuficiente, me levanto a buscar mi cuaderno, en el camino tomo agua, abro la heladera, miro, miro, nada, cierro. Anoto la idea, me embalo, escribo un párrafo que sé va a ser parte de la nueva trampa en la que ando metida. Miro el libro que ahora detesto, por bueno. Me doy el gusto y le digo “Ya no te quiero” y lo pateo cerca del abismo de la cama. Intento distraerme viendo fotos de desconocidos en la red social, recordando partes de la noche pasada, pero no hay caso: vuelvo al libro y ocurre lo que sabía iba a terminar pasándome: muero de ganas de besar a uno de los personajes, y si estiro los labios es porque acaso pueda hacerlo, pueda darle ese beso, porque él está acá, y yo ahí, y la gata negra es parte de la trama, y esa mujer que está sola y abre la heladera está descalza y es la misma que porfiadamente se enamora de personajes que casi siempre imagina de labios carnosos. Y entonces, una vez más, no sé quién escribe qué, a quién, y vuelvo a sentirme hermosa.

Hace mucho calor, tengo un vestido liviano por las rodillas, que en la esquina se me levanta un poco por un vientito piadoso que aparece de golpe. Un tipo muy bien vestido apoyado en su camioneta ALTA Y LARGA me dice “Que linda bombachita”. Le hago fuckyou. Me retruca: Ah, te gusta por el culito. No, no tengo remate.


 
 
 

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