Estos días en los que no entiendo

Estos días en los que no entiendo, entendí, por ejemplo, que la tristeza y el alivio a veces se parecen y que sigue siendo verdad que el amor –y su oponente- son las fuerzas más poderosas, y que hay gente a la que el dolor la repele y entonces necesitan negar o juzgar para sentirse algo tranquilos, y que a veces que necesitamos una botella de agua o un silencio profundo o una crema humectante porque con eso más o menos volvemos a hacer pie, a hacer equilibrio, aunque el peso de nuestra caja de herramientas se vaya poniendo tirano para nuestros torpes bracitos, la mía anda compuesta más o menos por vacíos, un cuaderno y un lápiz negro de punta afilada, vino tinto, pañuelos descartables, bizcochitos de grasa, hijas, voces de amigos grabadas en un celular y algún libro que leo desconcentrada, aunque también asumo el consumo voraz de fragancias por el que hasta compré una de esas botellas con palitos que no sirven para nada como también compré muchas otras cosas solo porque necesitaba comprar y pensar en gente que ya no está y en lo que más extraño de cada uno de ellos: de mi mamá la risa finita, de mi abuelo el olor a pipa y de Elcira el saber todos los días que estaba bien, pero también entendí -y se los grité dentro del libro- que extraño a Los escarabajos, porque si bien hay días en que llevo seres en la cartera, nada dura demasiado y lo que yo quiero es enfermarme de invención, otra vez, como me enfermo cuando hablo con mis hijas sobre amor, que es el tema que más conocen y que mejor nos salva de la venganza que a nuestro alrededor los objetos ejecutan liquidando al teclado de la computadora o haciendo explotar el vidrio del teléfono y cobrando mil pesos ley por cada reparación que finalmente solo repara un vidrio, unas teclas, y no más, nada más, ni siquiera un cacho de alma, pero igual hoy voy a salir después de días porque me hacen una entrevista porque doy una clase porque asisto a una charla y porque sin entender nada de nada estos días entendí que aunque no siempre es fácil salir, entrar, escribir, leer, llorar o comprar, tampoco lo es tener un remate para cada cosa que una escribe entre mates e insomnios.