Feriado

Feriado. Ay, qué lindo día… Arranco tomándome un mate bajo el sol, pensando en que hoy voy a trabajar sobre ese cuento que… ¡Má! Bueno, tal vez más tarde. Besos de buenos días, risas, caras de dormidas, las más lindas. ¿Nos haces el desayuno? Mientras lo preparo cargo el primer lavarropas. ¿Cómo pude meter el pulóver de lana? Qué boluda. Declaro a viva voz que hoy no voy a limpiar la casa y vuelvo al sol. Cuando ya está que arde me decido y me pongo la bikini. Llevo el libro, el cuaderno, el lápiz, el sombrero la pinza de depilar, y la reposera. En el instante que me acomodo, se nubla. La nube es grande y gris y vino para quedarse. Me vuelvo a vestir y ya que me paré cuelgo la ropa. Má, ¿me das agua? Sí, mi amor. No puedo ver esa cantidad de platos sucios, así que los lavo. Sale el sol, vuelvo a la reposera, la nube me da tiempo para escarbarme con saña el granito del que brota un pelo larguísimo. Llego a leer un párrafo y a escribir unas líneas con mi nueva birome de espejitos. Má, ¿me alcanzás papel? Segundo lavarropas. Aprovecho a “arreglar” el mate, lo lleno de yuyos: para la digestión, para el cansancio, para el dolor de cabeza. Me pregunto si no habrá yuyos para ganarle alguna carrerita al tiempo. Riego, las alegrías del hogar blancas me encantan, son mis amiguitas, por eso les digo “hola chicas, quiero confesarles algo que hace tiempo necesito decir y que tiene que ver con...” ¡Má, timbre! ¿En serio un cajón de soda cuesta ochenta pesos? Ah, má, tenes que darme doscientos cincuenta pesos para los materiales. Descuelgo y cuelgo ropa. La separo en “para planchar” y “lo que zafa”. La primera categoría cuenta con una camisa mientras que la segunda alcanza la suma de… treinta y tres prendas. Zafa lo superficial, zafa también lo profundo. Canto, todo canto. Nenas, no peleen. Es que ella no quiere jugar conmigo. Es que ella se tira pedos. Otros mates, otros ámbitos. Te hice un dibujo, mamita. Qué bueno que está, ¿es un monstruo? No, sos vos cuando te enojás. ¿Así me enojo? ¿Qué mierda se supone que están haciendo con harina, témpera y agua? ¡Un experimento! Hago ojos sordos y me acuerdo de mi mate. La bombilla no tira, así que la someto a un tratamiento inverosímil para el que utilizo nueve herramientas, entre ellas un destornillador y dos hisopos (el resto de los elementos prefieren mantener oculta su identidad) Juro por mi vida que de adentro de la bombilla sale un enano fumón de cara ovalada que se manda un sapukay que haría temblar a Cafrune, y se las toma. Tercer lavarropas. Las nenas entran embarradas, estuvieron buscando lombrices. Les celebro la actividad primitiva mientras me dispongo a baldear. Báñense, por favor, ordeno con tanta vehemencia que las muy turras me hacen caso. A limpiar el baño, pues. Cuando termino me siento a leer el diario de ayer pero no llego ni a terminar una nota porque me dicen que tienen hambre. Meto unas empanadas en el horno y lavo cuatro hojas lechuga. No quiero, empanadas, má. No hay otra cosa. Tengo frío. Abrigate. ¿Me alcanzás el buzo, por favor, y ya que estás el libro? Gracias, mami, sos una genia. Cuelgo ropa. Saco las empanadas, escurro la lechuga, cierro toda esperanza de poder leer, estiro una lonita sobre el pasto y les propongo un pic nic. Les sirvo agua y me acuerdo de que hay cerveza (gracias, Dios) ¿Por qué quieren brindar? Yo por mis amigas, yo por Harry Potter. ¿Y vos, má? Y… por la vida.