La vida cambia de un instante a otro
- macarena moraña
- 2 jul 2017
- 2 Min. de lectura

La vida cambia de un instante a otro y así es como un día te enterás que estás embarazada y te sentís tan poderosa e inmensa que no podés creer en nada o que creés en todo: el milagro de la vida, el amor, Dios… Y tenés ese hijito, lo parís, te sale del cuerpo, toma leche de tu teta, es tuyo, es tu hijo. Y vos lo cuidás siempre, cuando tiene fiebre y cuando corre entre risas por algún jardín. Y lo mandás a la escuela que considerás mejor, le leés cuentos para que se duerma o para que aprenda, le das besos, abrazos, a veces te lo querés comer de lo lindo que es, de tanto que lo amás, y a veces te quejás del trabajo que tenés y otras te das cuenta que sos una privilegiada, que ese hijo es el mejor regalo que la vida te pudo haber dado. La vida, Dios, como lo quieras llamar, como te haga bien llamarlo. Y ese hijo crece, es una hermosa mujer que trabaja, que se ríe, que lleva lo mejor que puede su propia vida. Y un día alguien, una sola persona, un tipo, o una tipa, se le lleva, la roba, te la quita, se la quita a todos: a sus hijos, a sus amigos, a sus hermanos. A todos. Y nadie más sabe de ella, ni siquiera vos, ni su padre, nadie. Y entonces la vida te cambia otra vez, pero ahora te pasa que descreés de todo, y de todos, y los milagros te parecen una broma estúpida, algo que no pasa, que no existe. Ya perdiste la cuenta de los cambios importantes, pero esa cuenta no te importa más, ya nada te importa, porque tenés que salir a buscarla, porque tenés que empezar a aplaudir como hacen en la playa cuando se pierde un niño, pero con aplaudir no llegás a ningún lado, y como a nadie le importa tanto como a vos, te mandás con lo que tenés: tu vida. Y la dedicás a buscar a tu hija. Toda tu vida, todos tus días. Y cuando te sentás a comer tu hija no está en la mesa. Y cuando llega el día de su cumpleaños tampoco. Y la gente cree que entiende, pero no, no entiende, no entendemos, Susana, no entendemos hasta que nos pasa, nos toca, somos vos, y nuestras hijas son ella. Dios santo... Repudiemos la mentira, la injusticia, la maldad. Seamos agradecidos porque gracias a Dios nuestros hijos están en casa, comiendo en nuestra mesa, celebrando la vida con nosotros. Recemos, estemos promovamos esta causa llena de mentiras e injusticias. Dios santo, te pedimos por justicia, hoy y siempre, en este país en el que todo es tan difícil y confuso… Queremos a nuestros hijos en casa, por el amor de Dios… Hablemos con ellos y digámosles que pagar por una puta no es algo bueno, que esa puta podría ser su hermana, su madre, su familia. Digamos lo que pensamos, erradicar la corrupción es una utopía pero nos podemos ir acercando, de a poco, paso a paso, mujer recuperada a mujer recuperada, Marita a Marita, hija a hija. Juntos, todos, convertidos en una unidad, abrazados de alma a alma. Por favor, por Dios, por ellas, por Marita Verón. -
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