Limpiavidrios
- macarena moraña
- 2 jul 2017
- 1 Min. de lectura
Anoche iba sola en mi auto, paré ante el semáforo rojo pasión y un muchacho se tiró encima de mi parabrisas con intenciones de limpiarlo. Una suerte de danza se apoderó de mí y empecé a decir que NO con la cabeza, el pelo, los gestos, las manos. Él me miró directo a los ojos y dibujó un corazón de espuma con el que me hizo sonreír. Sin darme tiempo ni siquiera a sentirme obvia, dijo “Por esa sonrisa te lo regalo, mami” y empezó esparcir ese liquido viscoso mientras cantaba: “Yo que te amé con ilusión, que te di mi corazón, no merezco que pretendas olvidarme” Por supuesto busqué la plata en ese agujero negro mal llamado cartera, abrí la ventanilla y de paso le pregunté de quién era la canción. Del León, reina, me dijo, mientras detrás una fila de conductores impacientes se adherían a sus bocinas y nos insultaban con una saña feroz. Qué hermosa sos, fue lo ultimo que dijo sacándome otra sonrisa que pronto, en el siguiente y rojo semáforo, sería la de otra mujer, y la de otra, y la de otra, pero qué me podía importar después de haber sentido latir mi corazón de espuma sucia al ritmo de la cumbia…
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