Los días de escuela es notable lo que me duele esa campanita maléfica que
- macarena moraña
- 2 jul 2017
- 2 Min. de lectura
Los días de escuela es notable lo que me duele esa campanita maléfica que, en un crescendo agudo finito, me despierta con el dato de la hora: seis y media. Pero los sábados, ¡ay los sábados! Ahí ya parece tener la impronta de una venganza, de una traición, de un viejo resentimiento que ha sido potenciado por el paso del tiempo y algún olvido imperdonable, del que seguramente tengo toda la responsabilidad. A las doncellas de pelos largos con las que comparto el lecho se les llena de belleza el descanso profundo, y ante mi saludo silencioso, las veo girar y pienso que, en otro mundo, han de estar bailando o enamorándose. Hoy al menos no hacia frío y la oscuridad no era intensa como otras veces que, en plena desazón horaria, dudaba del día y me entregaba a la trampa de que se trataba de la noche en la que, una vez más, había despertado a un destiempo insomne en el que solo podía beber y olvidar, hasta que de golpe un sol tímido, pobretón, me tocaba el hombro con su manito amarilla con la que, tal vez intentaría, quién lo sabe, convencerme de que eso que se parecía a un final, era en realidad un comienzo. Más hoy ese frío no estaba, y me alcanzó con llegar al pie de la escalera abrazada al termo con el que cebé mi mate caliente, primer mate primer escalón, y sentir cómo el verde me subía como se me trepa el color de los días, el amor apasionado, las palabras que hoy, en un rato, voy a decir sobre esos tipos que, al igual que yo, también se quejaban de las condiciones que rodeaban su vocación, esos que también bufaban a causa de los horarios, los trabajos por encargo, las responsabilidades familiares, y por todo lo que parecía alejarlos de esa cosa magnética llamada escritura, sabiendo que lo hacían porfiada y absurdamente, como si fuera sensato quejarse de que uno es un ser humano, en este caso, sin más alternativa que la de seguir el destino que se le ha concedido como un premio parecido a un castigo, y al revés.
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