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Mamina

  • macarena moraña
  • 2 jul 2017
  • 3 Min. de lectura

-Hola, soy la mamá de Juani, ¿alguna podrá llevarlo al cumple de Brendi? Juani… Juani… busco en mi disco cada vez menos rígido –ya más bien tirando a fláccido, como tantas otras cosas – y sigo: Juani… Juani… Pero nada, che. Ya llevo tres años en el cole y todavía mi mente no logra hacer los cruces. Ine es la mamá de Juani, Mayte la de Tomy, Mari la de Lolo, ¡no! La de Lola ¿o la de Toto? ¿Soy yo o todos los pibes se llaman igual? ¡Si hasta mi hija responde al apodo de Toti! Me saco el pelo de la cara y me enfrento a la maestra con una expresión que intenta denotar cierta solemnidad: Buen día, quiero autorizar a la mamá de Ana a retirar a mi hijita. ¿A la de Ana P. o a la de Ana C.? No puedo no saber quién se lleva a mi hija, quiero decirle que me da lo mismo pero temo por las represalias aunque por más que pienso no lo sé así que, perdida por perdida, respondo: La de Ana, a secas, total alguna de las dos va a venir ¿no? La cara de la maestra esconde una demanda que involucra a muchas personas vestidas de traje. Me sigue mirando. La de Ana C. digo finalmente, con la seguridad de un condenado a muerte que sabe que su vida depende esa respuesta. Por supuesto era la otra mamá, y entonces, a mi regreso, la maestra me invita a un costado, y me habla bajito: ¿Cómo están en casa, vos estás trabajando mucho, qué anda pasando? Te veo muy distraída -dice finalmente. Esa palabra guarda muchas otras: desconsiderada, imperfectísima, salame. Tiene razón, bajo la cabeza, me persigno si total ya me dio por loca. (Cuando el lector cree que ya conoce al personaje está bueno probar con tirar de la soga un poquito más) Ah, guacha, esa no te la esperabas, eh, creyente la boluda, ¿viste? Me río mientras voy al grado de la más grande. ¿Llegué temprano? No hay nadie, ni madres, ni alumnos, ni maestras. Evidentemente me olvidé de algo porque veo muy poco probable que estén a punto de saltar desde abajo de los bancos al grito de ¡Feliz cumpleaños! Principalmente porque hoy o es mi cumpleaños, ¿o si? Pasa un alma piadosa que ha tomado la forma de un hermano de algún Juani Pipi o Chiqui y me dice “Hoy tenían excursión”. Le agradezco y me siento en la escalera a castigarme: No pagué la excursión. No le mandé nada para comer. No la abrigué lo suficiente. Cuando estoy a punto de azotarme una manada de niños de nueve años avanza corriendo hacia mí. Son un aluvión de alegría que me pasa por encima como el mismísimo amor. Llego a reconocer un rostro familiar entre treinta, es, es… ¡mi hija! Corro a abrazarla a la voz de teamoperdoname, teamoperdoname. Ella dice que está feliz, que también me ama, que gracias por la torta, que les gustó a todos. Cierto, la torta, la que hicimos ayer a la tarde. Respiro. Se acerca una mamá a hablarme, me dice algo del regalo de Rami, aunque en realidad ella es la mamá de Chuli, pero como Rami va en la combi con Diegui ella es lo compra y después se lo da a Marce junto con la plata del regalo de Chuni y... Agarro a mi hija de la mano y le doy la orden: ¡Corramos, mierda!


 
 
 

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