Me despierto optimista
- macarena moraña
- 2 jul 2017
- 2 Min. de lectura
Me despierto optimista. Hoy las hormonas me juegan de locales. Vamo, vamo, las aliento con el gusto de la mañana en la boca ácida. Me calzo una pantufla: Má. Me calzo la otra: Má. Sus voces. Pantufla uno, niña uno, pantufla dos, niña dos. El optimismo me acompaña al baño, nos hace reír la cantidad de pis. El optimismo me seca ahí, ahí, ahí va. Salgo todavía más optimista. Abro la heladera y encuentro una bolsita de carne picada. Me siento feliz. Necesito saber lo que voy a comer, necesito ordenarme para que el optimismo no se me escape. Dale, loco, le digo, pero él se hace el nosequé y de un salto llega a la vereda y se va. Recién cuando veo el agua comprendo sus razones. No es una gota sino un charco. Mirá que resultaste cagón, le digo trayéndolo de nuevo agarrado de la oreja. Míralo al mariconazo, quien lo hubiera dicho. Como si el charco no existiera termino de preparar los licuados y me siento a contemplarlo, un rato, un poco más y me decido y abro la puertita… Oh no, el agua colmó todos los recipientes incluyendo el colador y ahora se pasea burlona por el piso de la cocina pero por suerte la bandeja de melamina me hace de tabla. Barrenemos juntos esta olita, maricón, le digo a mi amigo optimista. Vamos que no es fuego, vamos que no es la muerte de nadie, vamos y vamos, y eso es lo que hacemos: nos vamos. Antes me despido de esas nenas con olor a galletita y de sus pies con arena pegada. ¿Adónde vas, má? No les contesto, deben buscar sus propias respuestas. No les contesto, debo atravesar mi desborde. Emprendo mi recorrido a través de los caños. Hay medias solitarias, cabezas de muñecas tuertas, carnets cortados con saña, algunas personas sin vida, millones de roedores que me odian. La espumadera y el cuchillo son mis remos, la carne picada mi escudo y el optimismo, claro está, mi combustible.
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