Para La Posta
- macarena moraña
- 2 jul 2017
- 1 Min. de lectura
Los libros se apilan dentro de mí. Tengo libros en el cuello, en la nuca, en los omoplatos. Tras morderlos me rompí dos muelas y un canino. Me hice mochila pero me desfondé, me convertí en bolso de vacaciones y picó durante días la arena entre mis pliegues. En un momento del mes los libros me pesan en la panza y no me dejan pensar bien. Despido algunos de sus párrafos a través de las lágrimas, pero nunca es suficiente. Tengo los párpados caídos encima del pecho, son hojas sueltas que no olvidé. A veces un libro me pica en la pupila izquierda y es muy incómodo. Quiero hacerlos globo, soplo, soplo, soplo, me desmayo y no puedo levantarme, estoy muy pesada, peso miles de libros. Bebo con intenciones de que baje de mi garganta el libro que hoy almorcé. Ya no hay romanticismo para mí: acabo de esparcir mayonesa sobre una tapa dura, durísima, y tan sabrosa.
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