Quién

Quién. El domingo. El lado oscuro. Acechan enormes desde las sombras irregulares. Se saben fuertes, el otoño es su aliado. Las mantas, el humo que sale de la taza, el sabor a jengibre en la garganta irritada. El aliento a pastillas. Los abrazos a uno mismo, la bata que no abriga, el gas que sale caro. Quién. La desolación, el llamado a las fuerzas del bien, el aullido de invitación a combatir. Llegó el momento de la resistencia. Las miles de patitas embarradas de los gatos marcan un posible camino. Ni la humedad, ni la falta de certezas, ni la rajadura en la tabla del inodoro podrán vencernos. Quién, quiénes. Los fantasmas que se despiertan de brillante humor, porque para ellos es momento de fiesta, bailan, beben, son más poderosos que nunca. Donde miran detectan una presa. Uno con las defensas bajas, otro con la espalda dolorida, aquel con tantos problemas económicos, y familiares, y vinculares y de ciático. Quién. El patetismo. El que piensa que su trabajo no le rinde, el que hace veintitrés minutos engrosa la cola de la farmacia. La que no llega a destino a causa de sus piernas cansadas. Quién. Todas presas. Los restos de comida seca, la energía imposible de acompañar de los niños, los ojos irritados, hinchados, llorosos. Todas esas hojas. Los turnos con los médicos. Quién. El deseo de zambullir la cabeza entre las mantas. Una voz gangosa que habla de vencer. Quién. Dice algo de que no se permita el triunfo del domingo, del otoño, del desamor. Quién. No sé. A veces me hablan así, combativos, decididos, intento seguirles el juego, decretar mejorías, pautar positivismo. A quiénes. A los que no encuentran remate para los textos. A los tristes. A los endomingados. A esos a los que a veces me parezco.