Soy parecida a mi mamá en muchas cosas
- macarena moraña
- 2 jul 2017
- 2 Min. de lectura
Soy parecida a mi mamá en muchas cosas. Heredé, por ejemplo, el inmenso gusto de tener tantísimos amigos, el miedo a las estatuas, el placer de recibir invitados en la casa. También heredé su compulsión por hacer mucho una cosa cuando es tiempo de salirse de algún dolor que no te deja espacio más que para girar sobre él, en una rueda infinita como las de los hámsters –es buena la comparación, dado que ambas supimos compartir, también, la aprehensión hacia los roedores-. Esta mañana salí a caminar, mucho, a lo tonto, rápido, a lo loco. Volví, escribí durante horas, trabajé enardecida y hacia el mediodía fui a hacer compras. Compré tanta carne en la carnicería que, al conocer el valor de la cuenta, le ofrecí al carnicero darle mi hígado en parte de pago. No le pareció mala idea ya que enseguida, sanguinario y cruel, alardeó afilando su cuchilla en el aire. No sin temor le aclaré que era una broma más que nada por la estafa inminente: de seguro es el órgano en peor estado de todo este cuerpo. Ya en mi casa cociné hamburguesas, carne al horno, osobuco, milanesas. Durante la conversación, que para los descreídos puede confundirse con un monólogo, le dije “¿Viste que las milas me salen como a vos?”. Recordé sus buñuelos de acelga, su salsa blanca con choclo, su arroz con calamares. La extrañé como nunca y como siempre. Llené mi heladera de comida y mis horas de deseo de volver a aquel proyecto de novela que empecé a escribir hace diecisiete años, tras su muerte. Pensé que el capítulo de hoy empezaría conmigo dándole piñas furiosas a la carne cubierta de pan rallado, las mismas piñas que a veces le daría al destino. Al final creo que siempre te escribo a vos, le dije para terminar, cayendo desplomada en el sillón, con hijas y gatas rondándome. Porque hasta donde sé, mami, esta novela ni buena ni mala, es la única posible para mí, para nosotras, ¿o no?
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