Suelo recomendarles a mis alumnos que se programen menús de lectura posibles de insertar en sus días
- macarena moraña
- 2 jul 2017
- 1 Min. de lectura
Suelo recomendarles a mis alumnos que se programen menús de lectura posibles de insertar en sus días. Un poema, un cuento, dos capítulos de una novela, por ejemplo. Hoy feriado, con pullover de lana aun dentro de la cama, el mate siempre frío y una hija de cara tapada por sus auriculares turquesas, me leí dos cuentos de Rulfo, uno de Heker y un par de poemas de Miguel Ángel Bustos. El combo de maravillas hizo que la atmósfera de ocio ideal se me cayera a pedazos. Éste es el nudo de mi triste historia del día de la bandera. El momento en el que me lamento por no haberme dedicado al origami, a la mecánica, a la emisión de facturas electrónicas. Ahora lo que quiero es morirme y vivir al mismo tiempo. Escribir y leer al mismo tiempo. Dedicar mi vida a la literatura y ser buena madre, buena amante, una joven y hermosa administradora de mi hogar. Cuando estoy por caer en la más profunda de las alegrías depresivas, como una señal divina, los testigos de Jehová hacen sonar mi timbre para darme un panfleto que habla de “los cuatro jinetes”. Entonces me pregunto si yo puedo ser la cuarta jineta de esta mañana, si jineta es una palabra que existe, si voy o no a darme una ducha antes de salir. Me pregunto muchas cosas y sin esperar a las respuestas me trepo a mi bien dotado caballito y salgo envalentonada, sin peinarme, a hacerle el aguante a este otoño que me encuentra tan frustrada como feliz.
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