Verosímil
- macarena moraña
- 2 jul 2017
- 4 Min. de lectura
Ella a veces no tiene mucha suerte, pero ese día estaba tranquila, trabajando, cuando sonó el timbre. Algo en su vibración la hizo dudar de abrir, pero al final, como siempre, preguntó quién era. Era la mujer que hacía unos meses se había acercado movida por el deseo de tomar clases de escritura. Durante el primer encuentro lloró, durante el segundo también, en todas las clases lloró, y además de llorar contaba anécdotas terribles sobre su vida. Jamás escribió más de cinco líneas, siempre con una pésima redacción, en las que alternaba tragedias con asesinatos, estafas con matanzas, robos con violaciones. Y todo, siempre, la remitía a una experiencia personal que detallaba con pasión y esmero. Ella a veces no tiene mucha suerte y acostumbrada a ello fue que la bancó, ¿pena?, ¿lástima?, tal vez, pero después de los encuentros quedaba tan mal, tan cargada, con dolores de cabeza tan intensos que por fin se animó a decir Basta. Primero practicó frente al espejo, después con una amiga y por ultimo lo hizo frente a la mujer que inmediatamente largó su desmedido llanto. Cómo que no vamos a seguir, yo sé que soy un horror, que escribo mal y con faltas de ortografía pero por favor sigamos que a mí esto me hace bien, es una de las pocas cosas que me ponen feliz, vos sabés, yo ya te dije que hace años que no puedo sacar la cabeza del agujero, desde el cáncer de mi padre que mi madre me vuelve loca y encima el hijo de puta de mi hermano que es un estafador y me dejó sin nada, no yo voy a poder sola con esto, con mi deseo de escribir, ¿cómo hago para seguir sola?, te lo pido por favor. Ay, mirá, yo realmente ya no puedo porque. Ya sé, ya sé, no hace falta que me vuelvas a clavar el puñal, y además no quiero que te angusties vos, lo único que falta, con lo hermosa que sos. Tenés unos ojos preciosos, ¿te lo dije?, te lo quería decir desde el primer día, son del mismo color que los de una gran amiga que tuve y perdí, así como te voy a perder a vos. No me vas a perder, quiero decir que. Dejá, no me expliques, cansada de las explicaciones estoy, hace unos días me llamó mi hermano, podés creer que todavía tiene el tupé de llamar a casa y hacerse el buenito preguntando por mamá, a mí lo que me deja tranquila es que ya le está volviendo toda la mierda porque la esposa se está quedando ciega y la hija es tan puta que ya se hizo tres abortos. Ella que a veces no tiene mucha suerte respira despacio, inhalando y exhalando unas cuantas veces mientras le pide fuerzas a Dios. Lo que más miedo le da es la manera que tiene la mujer de pasar del lamento a los comentarios más sádicos. Mirá, yo te pido mil disculpas pero realmente no vamos a poder seguir, y no se trata de la calidad de tus textos sino de que el tiempo ahora se me acortó mucho con este nuevo trabajo que. Dios te conserve el trabajo, no sabés lo que es estar en la lona, no tener un mango, y ahora ni siquiera poder tomar un taller en tu barrio, un tallercito, y el uso del diminutivo no es por desmerecer, eh, pero bueno, vamos, que ni siquiera esto es un instituto o una casa de cultura ¿no?, es un taller como tantos otros, un taller que me venía bien para distraerme pero ya ni eso me queda, pero no te preocupes, yo te entiendo, vos estás ocupada porque tenés la suerte de tener una familia en cambio yo, yo no pude. Bueno, basta, mirá, yo creo que a vos más que un taller literario te vendría genial una terapia, pero es un consejo nomás, tómalo o déjalo; y ahora te pido mil disculpas pero me tengo que ir, nos vemos en otra oportunidad, ¿dale? Ella se levanta, abre la puerta, la invita con un cabeceo concreto a que se retire, la mujer pega un grito agudo y tras él larga el llanto más fuerte que largó hasta ahora. También larga la frase más fuerte hasta el momento: Si de verdad no puedo venir más yo me mato, y te lo digo en serio, ya tuve dos intentos de suicidio, en el 88 cuando me dejó mi novio y en el 95 cuando el hijo de puta de mi hermano me dejó en la ruina. Ella, que veces no tiene mucha suerte pero si buenas ideas por fin se siente iluminada con una. ¿Dos intentos nada más?, no me hagas reír, querés, mi viejo tuvo cuatro y sigue vivo, y yo de pendeja me corté las venas, ¿ves la marca?, fue por un profesor de historia, casado, gordo y con cuatro hijos, se le dio por rechazarme a mí, ¡a mí!, ¿sabés lo que era yo a los dieciséis?, estaba más buena que un auto a control remoto, una bomba era, tenía el mejor ojete de todo zona norte, pero después de un mes de estar internada y comer puré de zapallo sin sal decidí que lo mejor era vivir tranquila y volver a las milanesas de mamá pero ahí fue que me enteré que mi vieja no era mi vieja sino mi tía, pero dejá, no te voy a complicar con mis bardos justo ahora que decidiste matarte en vez de escribir y te digo, en el fondo, creo que hacés bien, porque es mucho más difícil encontrarle un buen final a una historia, que una noche, como quien no quiere la cosa, dejar encendida una hornalla y asunto terminado ¿no te parece?.
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