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You selfie mother fucker

  • macarena moraña
  • 2 jul 2017
  • 2 Min. de lectura

Antes se llamaban, o le decíamos, auto-fotos, pero luego modernizamos la categoría y les empezamos a decir “selfies”. Hubo resistencia de algunos, aceptación de otros, lo de siempre. En mi caso también hubo adhesión. Hoy ya son, se han convertido, en una costumbre. Basta con que esté dispersa o aburrida o queriendo darle forma a algo en la cabeza para que empiece a sacar fotos y más fotos de mi cara. - Mis hijas las llaman “fotitos de mierda”, y eso hace que esas pibas me caigan aun mejor -. Me saco una selfie sonriendo, una por la mañana, otra por la tarde, alguna fingiendo que miro hacia cualquier lado, una tomando mate, con el pelo suelto, con los aros nuevos, otra en la que intento que no se note el párpado más caído, el diente tan chanfleado, el labio tan gordo. Quiero verme linda, y entonces la luz, el perfil, la tarde, la noche, me lleva tiempo acomodar la lámpara que ilumina el pelo del mismo color que los ojos que hoy están más verdes y entonces una nueva, y otra más, porque hoy me siento linda, porque hoy me siento horrible y entonces la subo y recibo megustas y enseguida el humor me cambia un poco, no mucho, pero lo suficiente como para no sentirme tan desgraciada o para sentirme la peor. Qué frivolidad, qué idiotez. Al rato las miro, las paso, y más allá del chiste de hacerlas parecer una película, la verdad es que ninguna me gusta como las que me sacan otros, como esas que me encuentran distraída, esas que son mías, que hablan de mí, pero que parten del punto de vista ajeno. La foto la saco yo, la foto soy yo, es desde mí para mí, qué embole, que despliegue de ego insolente, que al pedo y cuánto le hubiera gustado a Freud analizar este absurdo pasa-tiempo. A las fotos que te toman no hay con qué darles, salgas como salgas, porque no dejan de contener la belleza de la mirada del otro sobre la propia imagen. Pero las selfies no tienen nada de eso y además conllevan el asunto de la mala prensa y la hipocresía que se desprende de ello. He visto, todos hemos visto, vemos y veremos, montones de selfies no reconocidas dando vueltas y más vueltas por la red social; selfies que se hacen las distraídas, que fingen una naturalidad inverosímil, pero como yo no quiero ser parte de ese flagelo hoy me decido y confieso: no solo me saco selfies sino que sola, así, de frente a mí y sin nadie inteligente y criterioso con quien conversarlo, no puedo decidir si las amo o las detesto.


 
 
 

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