CÒMO
- maquimora
- 22 ago 2017
- 1 Min. de lectura
Cómo explicar que la familia es un instante, la imagen de una mancha casi marrón pegada en un papel amarillento que no puedo tirar. O ese conjunto de invitaciones, cartones y sobres vacíos dirigidos a alguien con mi mismo apellido. Cómo escribir que la familia es esa foto que no se sacó. Cómo explicar que una hija hiperactiva y otra embebida en el ocio adolecente encierran identidades mías que no podría olvidar por nada de este mundo. Cómo es que viéndolas me veo nena, queriendo abrir la puerta de ese escritorio patriarcal que guardaba celosísimamente tesoros disfrazados de lapiceras brillantes, tacos de hojas que formaban dibujos, cortaplumas y relojes de barcos antiguos que siempre indicaban que no era buena hora para estar ahí. Cómo decir un nombre de varón sin incluir en él a todos los varones de una vida armada entre libros y cuadros, una vida que se escribe a mano en cuadernos donde caben párrafos, citas, ideas, clases y cartas que no mandé, que terminaron siendo para nadie, esa inmensidad de amores que ahora mismo me tomo de un trago en el último vaso limpio del estante que también enumera personas impresas en esas tazas del barrio chino, de cuando fuimos y pelamos por una pulsera estridente; o esas jarras de cristal labrado sobrevivientes cual guerreras a las mudanzas; o esas azucareras que ruegan ser escarbadas por las cucharitas terminadas en piedras coloridas que, quietitas al lado de los floreros más finos, envidian a los vulgares frascos de mermelada comprados al almacenero oriental que hace poco se volvió a su tierra, a estar con su familia, sus muebles, sus objetos, su relato. Cómo.

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