top of page
Entradas recientes
Vuelve pronto
Una vez que se publiquen entradas, las verás aquí.
Entradas destacadas

WhatsApp?

  • maquimora
  • 31 ago 2017
  • 3 Min. de lectura

Yo siempre fantaseé con un mundo paralelo. Con otra dimensión del tiempo en la que poder hacer todo aquello que en este plano se me hace imposible. Comida para guardar en el freezer, leer a Tolstoi, terminar mi libro de cuentos. Pero hace unos días entendí que mi deseo, mi fantasía, se hizo realidad hace rato. Hay un mundo paralelo, accesible por demás, llamado WhatsApp. Allí la gente tiene tiempo, pero lo utiliza para comunicarse libre y constantemente a través de grupos macabros. Es un mundo encerrado en los teléfonos, esos artefactos nada inocentes que se han convertido en nuestra caja negra. Una vez que se entra no se puede salir. Y si tenes hijos menos que menos. El otro día, el grupo scout avisó que no se haría la actividad planeada una hora antes de que ésta comenzara. Eran las ocho de la mañana de un sábado. Yo había cambiado horarios de trabajo para poder llevar a mi hija, y en la casa estábamos todos levantados a causa de la actividad. Ya teníamos listo el bolso, la cantimplora y la vianda de comida fría. Pensé en aquellos que por algún motivo no hubieran visto el mensaje. Los imagine subiendo a colectivos y autos con el apuro de llegar a tiempo para que sus hijos no perdieran el micro. Los imaginé llegando a destino, desayunándose la noticia de la suspensión junto con la desilusión, la bronca y la duda si volver a casa o qué hacer ahí, así, a esa hora. Y si avisaron una hora antes es porque saben que la gente más que chequear los mensajes depende de ellos. En los diversos grupos he leído planteos sobre educación, maltratos de distintas cepas y anuncios errados de muertes. Recibí tres veces la foto de un niño perdido seguida, las tres veces, de un texto que desmentía su veracidad. Leí y participé de discusiones y peleas sostenidas en la impunidad de la pantalla. Supuestas risotadas expresadas con jajajas, y angustias encerradas en emoticones de ojos caídos y una lágrima celeste, perfecta, en forma de gota, siempre a punto de caer. Plegarias expresadas en manitos amputadas que ruegan por nosotros pecadores y por milagros que instigan a la oración colectiva, a veces incluso amenazando con fatalidades a quienes osen ignorarlos. Casos de abusos, estrategias de robos, diferentes causales de diversas paranoias que no tardan nada en hacerse colectivas. Soy parte de esto y salirme de acá es una utopía tan inmensa como la de dejar las harinas o acostarme temprano alguna vez. Tan real es este universo irreal que saliéndose uno corre, por ejemplo, el riesgo de frustrar a sus hijos haciéndolos ir a eventos que se suspendieron minutos antes, o dejándolos en la casa mientras sus compañeros cantan a viva voz el Felizfelizentudìa alrededor de una torta de Superman. Que el regalo del día del maestro, que la cooperadora, que la merienda grupal, que el turno con el oftalmólogo y los resultados de la mamografía. Todo está en peligro, empezando por nosotros que ahora somos bolitas amarillas sin cuerpo, a veces con anteojos, a veces con manos, que nos hemos reducido al punto de ni siquiera advertirlo. Y ni hablar del amor, ese desgraciado… Hace unos días le mandé un corazón verde a un papá de uno de los diecisiete grupos, quien amablemente se ofreció a traer de regreso a mi hija una tarde de lluvia. Media hora más tarde él me preguntaba si quería que fuésemos a tomar una cerveza. La palabra cerveza estaba implícita o contenida en una imagen de dos chops chocándose entre sí. Como no sabía si sentirme alagada o caer en la tentación de capturar la pantalla y enviársela a su esposa, le dije que era abstemia al alcohol y al sexo ya que me había convertido a una religión que combina las artes marciales, los diálogos en latín y la alimentación a base de oxigeno, aunque cada tanto accedía a desgajar una jugosa mandarina. Creo que me bloqueó porque ya no puedo ver su foto de perfil en la que posaba abrazado a su familia con un transparente mar de fondo. Desde ese mar les escribo este mensaje. A medida que avanza el día las olas son más crueles y forzudas. Antes de que me lleven al fondo, al fin, quiero despedirme de mis hijas y desearles a todos ustedes una muy feliz navidad. Pero la escasa luz y mis ojos mojados me impiden encontrar el dibujito del muérdago y ante la desesperación mando la figura de una manito negra de la que sobresale un pulgar regordete. Macarena Moraña ha abandonado el grupo.


 
 
 

Comentarios


Síguenos
Buscar por tags
Archivo
  • Facebook Basic Square
  • Twitter Basic Square
  • Google+ Basic Square
bottom of page