Sin Título
- maquimora
- 5 sept 2017
- 2 Min. de lectura

Cuánto es. Sé que esta dificultad para vestirme tiene que ver con que no quiero salir a la calle, ese territorio incierto en el que todos nos volvemos peligrosos, peores. La vida en jogging y pantuflas marcan el transcurso de una comodidad de doble filo, el filo de la miga de pan y el filo de las palabras ya secas. Giro dentro de esa fuerza que me succiona hacia adentro, que me pide calma, reposo, que infructuosamente reclama conocer el sitio exacto donde tengo el botón que me apaga la cabeza. Pero el camino es tan largo que en la mitad se agota, o se frustra, y prefiere dejármelo encendido, a veces incluso chillando.
Dónde queda. Como mi naturaleza pretende ignorarlo, avanzo hacia las clases, las viandas y los días sonándome la nariz dos veces por minuto. A veces seis. Parar un poco no es detenerse, me digo. Aflojar no es sinónimo de debilidad, recuerdo, o creo recordar. Con el rollo de papel higiénico en la cartera, un teléfono estallado y pelos siempre caprichosos, sigo adelante cual caballo con anteojeras. Ando sin jinete y con rumbo sinuoso. Vislumbro la promesa de un verano igual de azaroso que mis días. Puedo ver el horizonte, eso no es problema, lo que me cuesta encontrar es el piso. ¡Ay lo que daría por llegar al sitio que me jure un “usted está aquí”!
A qué hora. No quiero pensar y finalmente es lo único que hago. Los pasos se confunden con los pensamientos y ya no se si avanzo o si hace horas estoy quieta, detenida, en la puerta de tu casa. Abrir es sinónimo de abismo. Tengo encima tantas llaves como decepciones. Por eso camino inclinada. Podría hablarte de cada una de estas llaves, de lo que cierran y abren en mí, pero en cambio me entretengo haciendo tintinear la cartera enorme, infame, refugio de cuadernos, documentos, libros, dinero que no termino nunca de ganar y pañuelos impregnados de microbios que forman frases que nadie quisiera leer.
Cuánto es. Dónde queda. A qué hora.
Hoy me siento fuerte y no temo responder. Pienso y avanzo en un solo movimiento imperceptible como el baile de una hormiga colorada.
Cuarenta años. Muy cerca. Aquí no usamos reloj.
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