Es tiempo de perder
- macarena moraña
- 29 oct 2017
- 2 Min. de lectura

Es tiempo de perder; dinero, llaves, un libro. Es tiempo de pinchar una rueda llanta cubierta. Pierdo pincho. Contra el cordón, contra el tiempo. Una revancha infantil. Perdí la plata, el documento, ¿dónde está la agenda? Tal vez sea mi manera de triunfar en el mundo de las pérdidas, de levantar mi estatuilla y agradecer al jurado, sonreír para la foto que saldrá movida. Es tiempo de mover; el culo, los hielos dentro del vaso, la lamparita que escondía el poder de encender ideas geniales que se desintegran con el paso de los instantes. Ahora, hoy, en estos días, no es el tiempo quien pierde por mí; no me quita, me quito sola ¿ves? Pierdo. Los objetos se mudan, cambian de dueño, se alejan de mí, pasan del asiento del micro al fondo del cajón de medias viejas y esa cartuchera que me guarda unos juguetes que. Es tiempo de jugar. De reírme de la que me encuentro en el espejo, esa que es ya mismo joven y enseguida viejísima y joven otra vez y arrugada analógica falsamente digital menos virtual pero. Es tiempo de encontrarles el pero a los cuentos que escribo y leo después de años y entiendo, por fin, de qué hablo cuando digo asunto verano mamá. Es tiempo de estudiar para confirmar que lo que quiero es escribir. Es tiempo de sufrir; un terremoto, una canción, una pantalla estallada que dificulta la lectura de mensajes amistosos amorosos familiarmente distantes. Es tiempo de perdonar. De decir bueno está bien, de dar la razón, de dejar de confrontar. Es tiempo de aullar; lobo piraña cohete. Ser un misil que cae de punta en medio del campo que pide ser contado en una novela cuya protagonista es una nena que se ríe de la expresión "hacerse señorita". ¿Cómo cuándo dónde se hace una señorita? ¿Las señoritas se fabrican? La pasión por la etimología. El riesgo miedo pánico de perder este cuaderno de hojas verdes celestes. El terror a perderlo a él y a su olor y. Bueno, basta. Es tiempo de controlarme. Es tiempo de balancearme en la hamaca de una plaza y pelearle el puesto a una nena de no más de cinco años que no tardará en acusarme con su mamá. Chusma chusma. Es tiempo de envidiar. El sentimiento con peor prensa. Es tiempo de dejar el vino y curarme el hígado amarillo. Es tiempo de explicar y enseñar lo que no sé. Lo que menos sé. Es tiempo de probar modos de decir modos de narrar. Es tiempo de docencia y literatura pordiosera que pide limosna de forma solapada, bajo un sol ácido que en los ojos produce ardor del bueno. Es tiempo de alargar las vocales, las clases, de encontrar las llaves, de hacer las compras por el barrio, dos kilos de papas a cuarenta pesos, vociferar desde la joggineta junto al verdulero que me llama señora. Es tiempo de pagar los dos mil pesos que cuesta la rueda llanta cubierta de auxilio. Es tiempo de cubrirme de auxilio y de terminar con esta y todas las otras farsas que.
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