La fiebre de mi hija

La fiebre de mi hija en realidad es febricula, ese maldito "ni" equivalente a la garúa. No está para salir pero tampoco para llamar al médico. Nos deslizamos por la casa como si tuviésemos patines, ya no levantamos los pies, somos sonámbulas prontas a convertirnos en zombis. Andamos más torpes que de costumbre, ya rompimos un plato y un frasco; hasta el florero no pensamos detenernos. Ma, tengo miedo, contame una historia de cuando eras chiquita, esa ya me la contaste, estoy aburrida. Estoy aburrida. Estoy aburrida. Ma... ¿Qué hijita? Me explicas bien, pero bien, como es que se hacen los bebés. Inhalo y exhalo profundo como me enseñó mi profesora de yoga allá por el 2005, última vez que pude tomar clases. Bueno, mira... Y empiezo a hablar sintiéndome Meryl Streep jugándose todo por el Oscar de diamantes rubíes y esmeraldas. Creo que acompaño mis palabras perfectamente elegidas con gestos delicados y maternales. Hago ademanes, finjo un pudor chiquito como una perla, evito tanto las palabras soeces como los diminutivos. Soy genial aunque ella sienta cada vez más y más asco. Y, cómo la gran diva que soy, la ignoro con elegancia y termino agotada, fingiendo una urgencia que no tengo. El impiadoso espejo del baño me recuerda que hace horas que no salgo de casa, que tengo menos Hollywood que Zulma Lobato, y que lo más cerca que puedo estar de "El Oscar", son las tres cuadras que me separan de su taller mecánico. Sin embargo soy valiente y vuelvo al escenario. Mi hija colorea una lechuza, le digo que traen buena suerte, nos reímos desganadas. Ma, a mí no me va a gustar hacer eso con un hombre. No soy Meryl No soy Meryl No soy Meryl. Ajá. En serio, Ma. Silencio, miradas, es claro que necesita que le diga algo, me lo está pidiendo. ¿Hago más tostadas? Si, a mi me encantan las tostadas, como a vos, Ma, porque nos gustan las mismas cosas, ¿viste? El asado, las cremas, los gatos. Nos gustan las mismas cosas, Ay. Voy resbalando mis pies hasta la cocina y una vez que la tostadora está caliente, apoyo la mano abierta, cosa de que no quede ni un dedo sin chamuscarse. Al otro lado del mundo Meryl Streep toma por fin la decisión de dedicarse a su verdadera pasión: el diseño de botones de nácar.