No nos cuesta nada armar el escenario de entre casa
- macarena moraña
- 29 oct 2017
- 2 Min. de lectura
No nos cuesta nada armar el escenario de entre casa. Las líneas de fiebre de Angelita nos hacen suspender lo que estaba planeado. El living se va llenando de objetos apilados sin espacios ni comas. El cepillo de pelo el alicate libros cuadernos lápices el queso crema las galletitas la muñeca el diario los gatos disfrazados de adornos que cada tanto emiten un sonido o movimiento que nos hace pensar en esos papás noeles que se sacuden toscos emitiendo un villancico insoportablemente chillón. Renovamos el mate unas seis veces en dos horas. Mi hija me habla tanto que no puedo avanzar más de dos oraciones de ninguna lectura, pero se lo perdono porque huele divino después de su baño de inmersión y porque la fiebre le ha bajado. Aún queda el remanente de esa tos que si fuera una persona con gusto ya la habría sacado a patadas. Pero entre toses y gatos conversamos y ella me pregunta cuál de sus amigas me parece la más linda, cuál la más mala onda, cual la más coqueta, y si la mamá de X me cae bien o solo me la aguanto porque X es su amiga. También me pregunta qué vamos a comer hoy y antes de dejarme contestar dice que esta semana del uno al diez me quiere nueve porque no le hice pastel de papas. Inmediatamente entiendo que ese punto por el que no me consagro es mi gloria, mi triunfo. Que me lo pueda decir, como otras veces me ha dicho en ese momento no me quiere nada, o que soy injusta, o que a veces exagero todo, es lo que de verdad me enaltece. ¿Sabes, Ma que la última vez que pregunté si algo era bueno o malo fue cuando papá y vos se separaron? Nos miramos en silencio. Le pido que me explique y lo hace diciéndome que ahora sabe que nada es bueno ni malo del todo, porque conoció casas muy lindas y gente genial. Entonces le pregunto por lo malo. Lo malo es eso, que se separaron, pero como papá ahora está mejor y vos sos re linda a mí me parece bien, Ma. Y yo que siempre ansío el poder absoluto de evitarles los dolores, las fiebres, los males, hoy solo quiero abrazarme al punto ese que no me consagra, el que me separa del diez, porque entiendo que ahí reside mi poder más abarcativo, más absoluto, mi poder poderoso, con el que corro el riesgo de volverme la madre más cursi de la historia, por eso enseguida le digo que se deje de joder con esa tos de mierda, que se ponga la bata de una reputa vez, que la mama de X me cae como el culo y que esta noche nos vamos a pedir una napolitana con mucho ajo.

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